Como indica la Autoridad Europea de Seguridad de los Alimentos (European Food Safety Authority [EFSA] 2009), el interés de definir y cuantificar la fibra alimentaria de los alimentos yace en los efectos fisiológicos asociados con su consumo, que incluyen una disminución en el tiempo de tránsito intestinal y un aumento en el volumen de las heces, lo cual reduce las concentraciones de colesterol total y/o de lipoproteínas de baja densidad (low-density lipoprotein, LDL) en sangre y reduce las concentraciones posprandiales de glucosa y/o insulina en sangre, entre otros efectos.
La característica clave de la fibra alimentaria es que no es hidrolizada por las enzimas del intestino delgado y, por lo tanto, escapa a la digestión y absorción. La fibra alimentaria consiste en una variedad de sustancias que pueden diferir en sus propiedades físicas y químicas y ejercer distintos tipos de efectos fisiológicos. Si bien la fibra alimentaria en general ha estado vinculada tradicionalmente con una serie de efectos fisiológicos, el incremento del conocimiento científico ha revelado otros efectos beneficiosos; por ejemplo, se ha descubierto que efectos como la producción de ácidos grasos de cadena corta específicos mediante la fermentación colónica selectiva, la estimulación del crecimiento de bifidobacterias, el aumento de la absorción de calcio, el aumento de la sensibilidad a la insulina y la modulación de la saciedad están relacionados con determinados tipos de fibras alimentarias.
A pesar de que la mayoría de las fibras producen más de uno de estos efectos fisiológicos, ninguna fibra individual los produce todos. Algunos efectos son bien reconocidos para una gran cantidad de tipos de fibras diferentes, mientras que otros pueden ser muy específicos de determinadas fibras. Por lo tanto, es importante consumir diversas fibras por sus efectos únicos para maximizar la salud.
Estos efectos fisiológicos, más que una composición química o fuente específicas, son los elementos clave de los beneficios para la salud de la fibra alimentaria. Por lo tanto, las definiciones adecuadas de la fibra alimentaria se basan en la presencia de propiedades fisiológicas beneficiosas, sin diferenciar entre la fibra alimentaria que se extrae o aísla de una fuente agrícola, la que se sintetiza o la que está presente en productos agrícolas.
Por medio del aumento del énfasis en la necesidad de aumentar la ingesta de fibra, la industria alimentaria ha desarrollado fibras que pueden agregarse a los alimentos y las bebidas. Una cantidad cada vez mayor de productos –desde cereales y panes hasta jugos de fruta y yogures y leche– ahora contienen fibra agregada.